La declaración del día 25 de noviembre como Día Internacional contra la Violencia hacia las mujeres, subraya la importancia y la necesidad de visibilizar todas aquellas violencias que se producen sobre ellas. Una visibilización que encuentra sus orígenes en el trabajo feminista de las hermanas Mirabal (Republica Dominicana), conocidas como las <<mariposas>> símbolo de resistencia popular y feminista. Sin embargo, es la ONU al aprobar la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en 1993, cuando marca un hito en la lucha contra las violencias machistas.
La importancia de esta Declaración se encuentra en que sitúa la violencia de género en el marco de los Derechos Humanos reconociéndose así como violencia universal, amplía el concepto de forma que recoge todas aquellas que se producen o amenazan con ello en la vida de las mujeres, entendiendo todo tipo de violencia como puede ser la física, psicológica, económica, sexual, emocional o simbólica, y que se abordan tanto en el contexto familiar como en el comunitario.
Aún pasado tantos años de esta Declaración sigue existiendo hoy día esa necesidad de reivindicar su erradicación por ser uno los problemas más graves que sufren las mujeres, en este contexto y con el fin de conocerlas todas, se comenzará por la violencia que se produce en las relaciones de pareja y/o exparejas. Si bien es cierto que es cada vez más visibilizada, sigue siendo imprescindible entender que hay detrás de ella, esa parte que permanece oculta pero que es el germen de esta violencia.
La violencia de género debe su existencia a una sociedad patriarcal, que, considerando a la mujer como posesión y objeto de pertenencia, normaliza y reproduce unos patrones machistas a través de los cuales se produce una socialización diferencial entre géneros, en la medida en que, enseña roles, valores y actitudes diferentes para hombres y para mujeres. Esto se traslada también a las relaciones afectivas, de manera que niñas y niños aprenden a cómo deben ser y estar en las relaciones, siendo común que ellas adopten roles de subordinación y cuidado, mientras los chicos aprenderán papeles como la dominación e independencia.
Durante esta socialización es también importante la normalización de la idea del amor romántico, que contribuye a perpetuar los roles de género al funcionar como falsas creencias sobre lo que es el amor verdadero. A través de estos se transmiten unos estereotipos erróneos sobre lo que es el amor, donde este se convierte en el centro de la vida de ellas, mientras ellos aprenden la violencia como instrumento de control. Entre los mitos más comunes se encuentran afirmaciones como «quien bien te quiere te hará llorar, los celos como demostración de amor, la media naranja, el amor todo lo puede…, entre otros». Unas creencias que normalizan el control, el dominio y el sufrimiento por amor como algo inherente a las relaciones amorosas. Una normalización que invisibiliza y enmascaran las dinámicas violentas.
Solo, entender su funcionamiento y hacerla visible permite una mayor concienciación y actuación, si bien es cierto que se han producido avances en los últimos años los datos ponen de relieve que siguen siendo insuficientes y que es alarmante el número de hombres que siguen maltratando y asesinando a sus parejas o exparejas. De ahí que siga siendo imprescindible seguir en la lucha por sacar esta violencia de la oscuridad del hogar en la que se produce, al grito feminista de “ni una menos”.