22 de febrero de 2026
Según la OCDE, a la diferencia entre las retribuciones salariales de los hombres y de las mujeres, expresada como un porcentaje del salario masculino, se la conoce como brecha salarial.
La discriminación salarial es el resultado de la mayor explotación y desigualdad laboral que sufren las mujeres en su inserción y trayectoria en el mercado de trabajo, que a su vez tiene su origen en la discriminación social, cultural, educativa, en las tareas de cuidados… que soportan las mujeres desde niñas, que les va otorgando el papel de cuidadoras a lo largo de toda su vida. La inserción en el mercado de trabajo es una etapa de una trayectoria vital iniciada años antes con una mochila cargada de determinantes sociales, económicos, personales… La discriminación laboral que sufren las mujeres en el mercado de trabajo es una forma añadida de explotación contra la que se lleva décadas luchando, concienciando, denunciando, legislando, sin haber logrado acabar con ella.
El menor salario de las mujeres se debe a diversos factores: tipo de jornada, tipo de contrato, edad, ocupación, nivel de estudios… que condicionan su acceso laboral en igualdad con los hombres y el logro de un salario similar. Así, aún cuando las mujeres son quienes tienen mayoritariamente jornada parcial, los hombres con este tipo de jornada ganan más.
Además, las mujeres se concentran en sectores y ocupaciones en las que las remuneraciones son más bajas y las oportunidades de formación y de “carrera profesional” son limitadas. La falta de valor de los cuidados en una sociedad que pone a la producción y el mercado en el centro -en lugar de a los cuidados, la sostenibilidad y la vida- es otra de las causas de la brecha salarial de las mujeres.
La brecha salarial entre sexos se produce en todas las ocupaciones, indistintamente de su mayor o menor grado de cualificación. No obstante, la brecha salarial entre ambos sexos es menor en el grupo de ocupaciones “alta” (directivos, técnicos y profesionales y técnicos de apoyo) que en el grupo “media” (administrativos, servicios, trabajadores cualificados agricultura, construcción e industria) y "baja" (trabajadores no cualificados).
A las condiciones laborales de las mujeres también hay que sumar la asunción, casi en exclusiva, de las tareas de cuidados, situación que influye y condiciona su desarrollo profesional. Si la tasa de empleo masculina es superior a la femenina, cuando se introduce el hecho de tener hijxs esta situación se agudiza. La tasa de empleo masculina aumenta con el hecho de tener descendencia, en cambio esta situación es inversa en las mujeres. Aquellas que no tienen hijos poseen una tasa de empleo 7 puntos superior frente a las que sí tienen hijxs.
A pesar de que las mujeres son mayoría en formación en estudios superiores, el mayor nivel de formación de las mujeres trabajadoras no se traduce en un mayor salario medio. Con independencia del nivel de formación, la diferencia salarial persiste y aumenta.
Y ahora qué? Cómo acabamos con esta brecha? Abordemos el tema de la parcialidad desde la negociación colectiva o mediante algún tipo de norma, revisemos los criterios de asignación de valor al trabajo que se traducen en complementos. Éstos premian cuestiones como:
- la antigüedad,
- la peligrosidad (entendida en términos físicos puramente),
- la disponibilidad, difícil en una sociedad donde se sigue adscribiendo el trabajo doméstico y de cuidados casi en exclusiva a las mujeres.
Redistribuir recursos salariales y de tiempo entre mujeres y hombres es una labor necesaria para conseguir la igualdad. La asunción de los cuidados por parte de los hombres puede ayudar a mejorar muchas de las situaciones de discriminación que se producen en el ámbito laboral, puesto que no se lograrán grandes mejoras laborales sin modificaciones socio familiares, pero para ello habrá que poner la vida, y no la productividad, en el centro y reducir las elevadas horas de trabajo.
Centremos el tema en un compromiso por parte de estados y de instituciones, compromiso que ha de llevar aparejado un DEBER de cumplir unas normas. Un pacto estatal por los cuidados.