Queridos amigas/os y vecinas/os:
En diciembre de 1930, tras la dictadura de Primo de Rivera, el comité republicano surgido del Pacto de San Sebastián hizo público un manifiesto para meter a la monarquía en los archivos de la Historia. En aquel discurso, Manuel Azaña dijo:
¡Españoles! Surge de las entrañas sociales un profundo clamor popular que demanda justicia y un impulso que nos mueve a procurarla. El pueblo está ya en medio de la calle, y en marcha hacia la República. No nos apasiona la emoción de la violencia, culminante en el dramatismo de una revolución; pero el dolor del pueblo, y las angustias del país, nos emocionan profundamente. La revolución será siempre un crimen o una locura, donde quiera que prevalezcan la justicia y el derecho; pero es justicia y es derecho donde prevalece la tiranía.
Cuatro meses después, tras las elecciones municipales, se proclamaba la Segunda República Española. Aquel día, el profesor Miguel de Unamuno dijo en Salamanca:
Hoy comenzó una nueva era y terminó una dinastía que nos ha empobrecido. Vosotros, a los que se os ha llamado chusma encanallada, habéis dado un hermoso ejemplo de ciudadanía manteniendo el orden contra los del orden, que no era más que el desorden organizado.
Hoy se cumplen 94 años de aquel 14 de abril. Un hito histórico que marcó un antes y un después en la historia política, social y cultural de nuestro país. Aquel día, España abrazó un nuevo régimen que simbolizaba la esperanza, el progreso y la búsqueda de la justicia social.
La Segunda República fue mucho más que un cambio político, fue un proyecto de transformación que aspiraba a construir una sociedad más igualitaria, democrática y libre. Con gran valentía, enfrentándose a mil adversidades, se impulsaron reformas fundamentales en educación, derechos laborales, igualdad de género y descentralización territorial.
Pero España sufría una honda tradición caciquil y el sueño republicano duró poco porque los de siempre escupieron sobre la Constitución de 1931, la más progresista y avanzada de Europa. La monarquía, los terratenientes, el Ejército y el clero, apoyados por el nazismo alemán y el fascismo italiano, se alzaron contra el nuevo régimen provocando la Guerra Civil Española, el episodio más sangriento y vergonzoso de la historia de España. Los golpistas, que temían perder sus privilegios con las reformas republicanas, implantaron cuarenta años de terror, censura y sometimiento para retroceder al feudalismo y garantizarse más décadas de mano de obra esclava.
Durante la Transición, pese a las imposiciones como la monarquía impuesta por el dictador, el himno, la bandera de los vencedores y el control posfranquista sobre las instituciones, pese a la represión, las cargas policiales, las cárceles y las torturas, los herederos de la República consiguieron, poco a poco, ir implantando algunas de las libertades de aquella Constitución Republicana, pero aún queda mucho camino por recorrer y, lo que es peor, salvar el peligro de volver a perder lo conseguido.
Con la perspectiva que nos ofrece el transcurso de casi un siglo, y observando la alarmante realidad actual, llegamos a la conclusión de que, con sus luces y sus sombras, el republicanismo se comprometió con un sistema que buscaba el respeto a las libertades individuales y colectivas, un régimen de igualdad, solidaridad y progreso, valores que más que nunca hemos de reivindicar ante la amenaza pujante de las tendencias reaccionarias.
La Segunda República nos enseñó que la democracia nunca fue un regalo, sino una conquista que requiere compromiso, diálogo y responsabilidad. Aprendamos de su historia, de sus aciertos y errores, para construir un futuro donde la justicia, la igualdad y la libertad sean pilares inquebrantables e innegociables.
Hoy, en su 94 aniversario, renovamos nuestro compromiso con los ideales republicanos. Que este día sea un homenaje a los que yacen a nuestros pies, hombres y mujeres que lucharon por un país mejor. Unámonos en agradecimiento y hagamos ver a nuestra juventud que las conquistas sociales, los derechos y libertades que gozan no fueron una gracia concedida, sino conquistas pagadas con el precio de miles de vidas y de un enorme sufrimiento que nos negamos a olvidar.
El legado de los que llamaron “chusma encanallada” sigue siendo una fuente de inspiración para quienes creemos en los valores de la República y una invitación a seguir trabajando por una España más justa, inclusiva y solidaria.
Salud y República